La Barrica de la Oca

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martes, 29 de abril de 2008

Malpartida de Plasencia

El aspecto más interesante de Malpartida de Plasencia aparece con la guerra de la Independencia contra las tropas napoleónicas. En la navidad del año 1808 las tropas francesas de Napoleón Bonaparte destruyeron buena parte del núcleo urbano de Malpartida de Plasencia. Incendiado el ayuntamiento por los gabachos fieles al hermanísimo Pepe Botella y hechos literalmente cenizas sus archivos municipales, en represalia por la participación heroica de sus vecinos en la batalla del Tiétar, se desconoce la fecha exacta de la fundación de este pueblo, pero se sabe que en 1494, reinando entonces sus majestades los Reyes Católicos, éste ya contaba con 180 habitantes.
Hacia principios del siglo XVI muchos malpartidenses -lo de chinatos fue un gentilicio moteado que vino después- marcharon a la recién descubierta América; resalta entre ellos un tal Diego Gómez de Malpartida, paisano aventurero, aunque no llegó a tener renombre eclipsado por otros navegantes y conquistadores. Otro ilustre de por aquí fue el clérigo Fray Alonso Fernández, confesor de una reina en cuyo honor se alza un colegio.
En el extenso término municipal de Malpartida de Plasencia, sobresale la silueta arquitectónica de la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista, comenzada a construir en 1551 sobre el solar de una vieja ermita románica, siendo obispo de Plasencia Don Gutierre de Vargas y Carvajal. En su techo, o séase, la atalaya buida de la sin par iglesia, anida la cigüeña que trae los niños. El canuto redondo, anexo a la torre cuadrada, de base, es interiormente una escalera de caracol que te guía al campanario, donde se llega mareado, el mismo asemeja a un telescopio de piedra que apunta verticalmente a las estrellas, otros lo comparan con un minarete, pero su forma más lograda es la de un cohete pegado al imán terrestre que la imaginación lanza a “Dios”. Allí arriba de la iglesia están las campanas de bronce, que antaño sonaron a mortaja, fuego o fiesta, dormidas en el tiempo, indiferentes, empotradas en gruesos arcos con sabor a Nuevo Mundo, una de ellas, la mayor, dicen que pesa más de una tonelada métrica.
Pero además de este templo descomunal con visos catedralicios, que aún hoy mantiene su desproporción con respecto a otros modernos edificios, se han encontrado vestigios romanos, incluso ruinas muy antiguas, caso del Torreón del Calamoco, de factura protohistórica. No obstante, susodicha iglesia, de estilo gótico decadente, con detalles barrocos propios de la movida renacentista, es la joya de nuestro patrimonio, sin dejar de lado la cruz del cementerio de Nuestra Señora de la Luz, infravalorada, y aquella otra, la de San Gregorio, ambas en lo alto de sendas columnas de granito, cada cual con diferente traza.
Poco más puedo decir de Malpartida en un comentario que pretende ser breve. Me alargaría mucho si tocase el interesante tema de los Templarios, o siquiera sobre las mestas, estando sito mi pueblo en el cruce de dos cañadas reales. La investigación y quizás la imaginación, pueda remediar la irreparable pérdida de esos tan valiosos archivos municipales.
Más referencias se perdieron con la quema intencionada de la biblioteca de Alejandría.

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