La Barrica de la Oca

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sábado, 19 de abril de 2008

La Villa de Brozas

Existen pocos datos sobre la ocupación humana del actual término municipal de Brozas antes de la Edad Media. De hecho, no hay ningún resto arqueológico anterior al siglo XII antes de Cristo, en el llamado “Bronce Final Extremeño”; en esta etapa se inscriben el yacimiento de Araya, así como la llamada “Estela de Brozas”.
Con respecto a la época romana, el hallazgo de varias lápidas votivas a Júpiter, la base romana de un puente sobre el arroyo de Jumadiel y los restos de enlosado que se conservan en la llamada “Calzada del Puente de Alcántara” hacen pensar en la existencia, en el emplazamiento actual de Brozas, de un núcleo habitado romano nacido a la vera de esa calzada, y que posiblemente sobrevivió durante la época visigoda; así parecen demostrarlo los dos capiteles que se conservan actualmente en la iglesia de Santa María y que proceden de la finca “Las Pueblas”.
A pesar de estos vestigios, la historia de lo que es en actualidad la villa de Brozas no se inicia hasta la reconquista leonesa del oeste de la actual provincia de Cáceres, en los primeros años del siglo XIII. Tras la toma de la importante plaza de Alcántara en 1213 por Alfonso IX de León, el monarca leonés entrega todo el oeste de la actual provincia de Cáceres primero a la orden de Calatrava y, en 1218, a la orden de San Julián del Pereiro, denominada a partir de ese momento orden de Alcántara. Este territorio se organiza a partir de la villa alcantarina mediante una serie de núcleos poblados que se convierten en cabezas de encomiendas, con intenciones tanto defensivas como repobladoras. Este será el caso de Brozas, que aparece mencionada documentalmente como “Las Broças” por primera vez en 1237 y en 1244, convirtiéndose hacia 1270 en sede y cabecera de la Encomienda Mayor de Alcántara. Su favorable emplazamiento en una llanura donde confluían los caminos procedentes de Alburquerque y Cáceres con destino a Alcántara facilitó su poblamiento, acelerado a lo largo del siglo XV; ese crecimiento se benefició también de un proceso por el que fue concentrando a los habitantes de los núcleos primitivos surgidos tras la reconquista, que no gozaban de las ventajas de Brozas, y que se convirtieron en encomiendas deshabitadas (Belvís y Navarra, la Puebla, Araya).
Durante los siglos XIV y XV, el lugar se vio afectado por los conflictos bélicos que azotaron a Extremadura durante la centuria, sufriendo las incursiones por tierras extremeñas del condestable portugués Nuno Alvares Pereira; en 1431 fue asaltada y saqueada por el infante don Pedro de Aragón; y algunas décadas más tarde, fue un importante objetivo militar durante la guerra civil de la orden que enfrentó al maestre Gómez de Solís con el clavero Alonso de Monroy. Los conflictos con la villa matriz de Alcántara sobre el uso de las extensas tierras comunales y baldíos llevan a los brocenses a iniciar el proceso de emancipación mediante la adquisición del villazgo, objetivo que se consigue en 1537 por una real cédula de Carlos V a cambio de 7500 ducados de oro. El villazgo llevó aparejado, además, un crecimiento demográfico vertiginoso, que llevó a Brozas a pasar de 2900 habitantes en la época de su independencia a 6240 según el censo de 1591; el crecimiento fue tan importante que, hacia 1550, surge en la zona noreste del término de la villa en torno a una venta y en un cruce de caminos un nuevo núcleo de población, que será conocido por los brocenses el arrabal de Ventas y por sus habitantes como las Navas del Madroño; Navas permaneció bajo la jurisdicción de Brozas hasta su independencia como villa en 1737. La creciente importancia demográfica y económica de Brozas se tradujo también en el ámbito político y jurisdiccional: en 1570, la corona realiza una profunda reorganización del antiguo partido de Alcántara, que fue dividido en cuatro: Alcántara, Valencia de Alcántara, Gata y Brozas. La villa, junto con Navas del Madroño y la antigua villa y encomienda de Araya, pasaba a ser gobernada por un alcalde mayor, gobernador y capitán de guerra, nombrado directamente por el Consejo de las Órdenes y que se convertía en la máxima instancia judicial del partido.
La población comienza a descender claramente a finales del siglo XVI, cuando a la crisis agraria se une la llegada de enfermedades como la peste, que causa una gran epidemia entre 1599 y 1601. Con ella se abre la crisis del siglo XVII, durante la cual Brozas pierde casi la mitad de su población, debido a la conjunción de factores muy negativos como los ya mencionados, y junto a ellos otros como la expulsión de los moriscos en 1609, que supone la marcha de la villa de casi 300 personas, la emigración a América y, sobre todo, los efectos de la Guerra de Secesión de Portugal (1640-1668). En realidad, la crisis del siglo XVII se prolonga durante los primeros años del siglo XVIII debido a una nueva guerra, la de Sucesión española, en la que Brozas fue uno de los objetivos fundamentales de los ataques portugueses, contrarios a Felipe V de Borbón. La villa fue de hecho conquistada en abril de 1706, padeciendo un terrible saqueo y el incendio de numerosos edificios, entre ellos el ayuntamiento.
Desde el final del conflicto, en 1713, se inicia una lenta recuperación basada en la puesta en cultivo de nuevas tierras y en la paz que reina en el país durante prácticamente toda la centuria. La expansión demográfica provocó el estallido de un conflicto social muy grave entre los labradores ansiosos de nuevas tierras de cultivo, por un lado, y la nobleza local y los ganaderos de la Mesta defensores de los pastos, por otro; este conflicto dio lugar a motines como el de 1750 contra el administrador de la Encomienda Mayor y en el que participaron más de 100 labradores, o las ocupaciones de tierras entre 1793 y 1794 al amparo de la Real Orden de 1793 que declaraba de pasto y labor todas las dehesas extremeñas.
El siglo XIX supone un cambio radical en la evolución histórica de Brozas; en primer lugar, la grave crisis agraria y epidémica de 1804-1806 supone el fin del crecimiento demográfico, agravado por las consecuencias de la Guerra de Independencia. La guerra supone, al mismo tiempo, el fin del Antiguo Régimen y el comienzo efectivo de la Edad Contemporánea; desaparece así la sociedad estamental, al ser privada la nobleza de sus privilegios, aunque no de su riqueza. Pero es sin duda el clero quién más sufre estos cambios, con la disolución de las órdenes religiosas y el consiguiente cierre de los conventos, primero, y después con la desamortización (expropiación) de todos sus bienes en 1836-37.
Otra medida liberal que tuvo gran impacto en Brozas fue la desamortización de los bienes de propios por Pascual Madoz en 1855-56; como consecuencia de ello fueron enajenadas casi 14000 hectáreas de titularidad municipal, que pasaron a manos privadas. Esa nueva sociedad surgida de las reformas liberales seguía estando dominada por la oligarquía de siempre, y frente a los que se situaba la gran masa de jornaleros sin tierra. El resultado fue el surgimiento de una incipiente conciencia de clase y el comienzo de primitivas organizaciones obreras. Brozas será pionera en el movimiento obrero extremeño; así, ya en 1877 existía una federación local de la I Internacional. La situación a veces desembocaba en motines y altercados, como el acaecido en 1874 contra el sorteo de las quintas y milicias.
Estos problemas sociales alcanzarán su máxima expresión en el siglo XX. En Brozas arraigan así con fuerza los partidos y sindicatos obreros preponderantes en España, sobre todo el socialismo en su vertiente sindical (FET). También tuvo su importancia el movimiento social católico, que tuvo como principal representante a don Carlos Barriga, cura de la parroquia de Santa María, quien a finales del siglo XIX fundó uno de los primeros sindicatos católicos de crédito agrícola de toda Extremadura.

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